domingo, 25 de julio de 2010

Lo que la noche da - Las Benjamín

Experiencia y pobreza
Hace mucho tiempo atrás empezó una historia; sin embargo, la historia (lejos de ser un acontecimiento pasado) continúa. Hoy les vamos a contar una parte. El cuerpo crece hasta que llega al punto de estallar. Esta ciudad es como un laberinto y no alcanzan los dedos de la mano para contar todo lo que pasa. Si una está borracha... todo pasa, como decíamos Las Benjamin el otro día: ¿quién no ha bagarteado alguna vez?. La verdad, ni idea... creo que no importa. Importa hoy, este momento en que podemos decir. Hoy vamos a contar la historia. La noche en que te descubriste garchando con tu mejor amigo y fue como hacerlo con tu hermano. Queremos hablar de la cotidianeidad, una experiencia llena de pobrezas. No importa quién vivió qué cosa, eso es algo que sólo lo vamos a saber nosotras... porque las experiencias se comparten. No queremos jipismos, no queremos rollitos enrollados. Hoy podemos decir: ¡NO QUIERO!.

Hoy Las Benjamin queremos decirles que termine, que sangre, que explote la fantasía como esa noche cuando el camino era Uruguay, cuando la vereda de Niceto era una selva... entonces entendimos todo: lo que la noche da, da. Hay que saber aprovecharla.

Lo que la noche dio










Un amante es un amante.



Un amante es un amante, nunca te olvides de eso. Así que no le estés pidiendo al amante que se quede a dormir, él necesita ese radiotaxi porque mañana sino “es un kilombo” levantarse en una cama que no es… , para qué, si son las dos de la mañana y ahí está el amante atándose las ponys, ubicando sus medias, y diciéndote que no te quedes mal, que todo bien, que gracias por llamar. Un amante es un amante y no va a suplir “esa” necesidad de abrazo, de noche entera. Porque para pasar una noche entera es necesario algo más que chateadas momentáneas, que mensajes sorpresivos, que jueves que terminan como no hubieras imaginado. Y ahí está el radiotaxi del amante, cuánta seguridad, no da tomarse un bondi, no da porque es de noche y la inseguridad está aniquilando profesionales, viste lo que pasó con el ingeniero… Y bueno sí, fue lindo, que lo pasaras a buscar con la bici en la puerta de la facultad, había ahí mucha gente haciendo una sentada por los maestros tomando cerveza, pero ellos no eran como nosotros, nosotros ya no tomamos birra en la calle, nosotros nos sentamos en un bar, adentro, porque en la vereda para qué, si pasan los autos y te tiran todo el humo del escape, para qué si la noche la disfrutamos igual desde la ventana. Y el menú bueno, nos jugamos a lo seguro, una pizza y una Stella, que es mejor que la Quilmes que es pura agua y bueno, charlamos de trivialidades, de los exámenes y la televisión. El amante sabe de televisión porque a la noche no se puede dormir y mira hasta que le entra el sueño. Un amante es un amante que se puede divertir con vos, que sos una copada y tenés la risa a flor de piel, que estás hermosa con ese vestido y la bici que te da un aire adolescente, pero sólo un aire, nada más, que le hace bien al amante, porque lo saca de la rutina, aunque la rutina a él le gusta porque se siente seguro ahí, para qué andar experimentando, que esa época ya pasó. El amante paga porque es un caballero y le regalás el momento más barrial del año cuando te acompaña con la bici hasta tu casa y eso lo calienta un poco, en la puerta te da unos besos medio comprometidos y eso le va a parecer re loco, re distinto, porque hace mucho que no hace eso, desde punta del este 98 que no se sube a una bici. Juega con las lomas de burro, el amante, se sube torpe a la vereda. Vos con la campera de él en la mano te sonreís por dentro y pensás “que está disfrutando” ya una vez en tu cuarto todo es como sabías que iba a ser, el amante tiene imaginación y esta vez está inspirado y capaz que hasta te la chupa un rato. Qué lindo. No fumás porque al amante no le gusta el humo, sos la reina de las concesiones, qué bien, por lo menos es una noche sin fumar y eso está bueno, lo hacés por él y te sentís que estás haciendo algo por alguien. EL amante remolonea, despeinado, por ahí te abraza y te dice algo dulce, edulcorado, “me gustó” o algo por el estilo, que para decir algo más que eso hace falta un poco más de conexión y no es que no la tuvieran, no, es que bueno, no se dio, que tal vez más adelante. Timbre. En bombacha hasta la puerta despedís al amante con un beso frío, y volvés a tu cuarto y te fijás, nada interesante en el msn, ya leíste a la tarde todos los blogs que te gustaban y los diarios sólo tiran noticias de Bianchi o Maradona. Al amante le gusta Bianchi. Te acordás de los momentos en que no había tanta historia y las dos de la mañana era un horario prudencial para quedare remoloneando y dormir juntos. Te acordás de cuando no necesitabas forzar la sorpresa porque venía sola y era lindo así, tan natural. Te acordás de que hubo alguno que te dijo lo linda que estabas y sentiste la sensación de ser única para alguien por un rato. Te acordás de las batallas con almohadones, de los porros para compartir, de los ceniceros que te van a despertar a la mañana, de estar en pedo tranquila porque a nadie le importaba quedar en ridiculo, porque era tu cuarto y tu cuarto era un lugar seguro. Prendés el segundo cigarrillo cuando el amante ya está por Juan B. Justo y pensás cuánto tiempo hará que la vida los convirtió en adultos. A los dos.
sugieren Las Benjamin 12 están al palo
Instantáneas de la recuperación de la inocencia.








Poemas

Cenital:

Mirado desde arriba,
el suelo se comparte igual
que la esquina
de una pared húmeda.

Un poeta grita con su cuerpo
verdades discutibles,
y los vasos de todas las manos
se vuelcan a la vez.

Los que estaban notaron
la delicada conmoción
de los cristales,
la llamada interviniendo
la luz azul del piano,
los ojos fijos en un punto.

Los que estaban notaron
todo menos el momento
justo del contacto.


Secuencia:

Si la calle está helada y la seguimos
vamos a tener que patinar
juntos hasta alcanzar el refugio
de palitos y de hojas.

Al chico que lleva mi mochila
no lo conozco,
pero su gesto me dice que soy buena.
Y yo le creo.




Pienso en hacer el esfuerzo
de llevarlo en brazos.



Si llegás hasta la esquina estás conmigo.





Infrarrojo:

Que sea lento obliga


a reconocer una uva
en cada anécdota.
Decidimos cambiar la borrachera
por chicles de otra década.

En el 96, hubiéramos escapado
del partido de Argentina

por el fabuloso mundo

de los pasillos desiertos.
Ahora tenemos la mejor idea
de ser otros,
para escapar del ruido.

Mi saquito azul
planea hasta el parquet;
y es un charco idéntico al
que tenemos en mente.

Estamos cruzados por el Medio.

Yo soy un gesto,
un vuelo detenido
en el aire.
Pura pulsión paralizada.


Luz natural:

Si amanece antes que nosotros
vamos a tener tiempo para
recordar a los caídos:
un bracito de barbie que le ganó

a las mudanzas, playmobiles
heridos en puestos de feria.



Vamos a observar

la manteca y el milagro

de la conexión:
la sensación nueva es desayunar
a upa de tus ojos.

Cuando cuente tres no te vas a acordar nada



Teleobjetivo:

La despedida frente a Kodak
es una foto robada,
un investigador que a la mañana
se empeña en descubrir
quiénes éramos.

El colectivo nos regresa
al punto de las
ecuaciones matemáticas:

Ya nos da paranoia, ya maduramos
los errores, ya no dormimos dos noches
en otra cama que no sea
nuestra cama.





Lunes

Me gustaría poder contarles
como al rozar apenas su camisa
pude adivinar su brazo,
su abrazo,
y sentir al instante
mi entrepierna prendida fuego,
que ardía,
que hervía;
mientras las burbujas estallaban
en mil sonrisas lascivas,
jugaba con mi pelo
y volvía lentamente a sentarme en mi escritorio.







¿Cuántos revivals puede tener una historia?

La primera clave es que no sea sino
divino, con postgrado en Columbia
a las poetas les gusta que les terminen en
la espalda porque no las asusta
acabar comprometidas aunque dependa
siempre hay que pedirle, como en la visa:
si tiene experiencia con armas especifique
cuáles, bacteriología nuclear...
hay que recordar que una escena homo-erótica,
es como estar haciendo algo, y eso
es siempre una buena actitud
hay que decirle: te llevo a iniciarte y te contrato
bagarteo, luego elijo.
soy muy bondadosa a la hora del amor, trabajo
aunque cueste; sin embargo
yo no trabajo para nadie.
como en duro de matar,
y sus secuelas,
la primera es la película que promete,
la segunda no es tan buena pero se reserva
para la tercera, la tercera es un
fracaso, nadie produciría la cuarta...
yo voy por la quinta sabiendo
que como en esa canción de los Beatles, all I need
is love, y ustedes también, aunque el amor,
el amor sea fascista
(y el sexo, el sexo mil veces peor)
no tengo frase de cabecera sexual, pero me gusta
igual, al final me pregunto,
¿de qué tamaño es el amor?
en mi cabeza escucho:
yo estoy caliente mal con un
chico que ahora está en quinto año, me pongo
boba cuando lo veo, este año se llevó un trimestre
de física y pensé: nena, qué obvia que sos...
sepamos esconder la cerveza y devorar, un cadáver
exquisito, las noches en que las benjamin se juntan
tiemblan, todos los bares, todos los barrios y
de lo único que se habla es de la inflación...

de nuestra pobreza.

una frase inolvidable:
histeriquear puede hacerte descubrir que
4 sobre 7 es un buen número pero nunca
hay que olvidarse de cantar bingo, porque si no,
si no, no vale.










No quiero ser tu amiga

No me interesa. Pero vos no lo entendés.

Y me decís de ir a tomar un café, donde me contás de tu novia, de las posiciones raras que probás con ella, de los orgasmos múltiples que tenés con ella, mientras yo pienso que lo único que estás tratando de hacer es echarme en cara “Nosotros nunca probamos así”.

¿Y sabés que pasa, amor? No da que me cuentes esas cosas.

Date cuenta, honey: la postmodernidad tiene sus límites.

Es como acabar de coger con tu novia y contarle que en tu fantasía estabas pensando en Natalie Portman.
Toda apertura crea su propia línea divisoria, y hay sutilezas que uno tiene que aprender, hay ciertos límites que no se cruzan.
Lo entendiste, darling?

lunes, 5 de julio de 2010

de Pseudópodo

Un blog inhomogéneo y anisótropo
--------------------------------------------------------------------------------
Antología de bodrios (XX): El rancio Verdú
2 / Julio / 2010 por pseudópodo
La semana pasada estaba fuera de España, sin conexión a internet, y el único periódico español que se encontraba en los quioscos era El País. Así que un día lo compré. Hace bastantes años ya que no leo El Periódico Global en Español (cuando dejé de leerlo era todavía el Diario Independiente de la Mañana) y no esperaba gran cosa, pero aún así me sorprendió lo tontos que eran sus artículos de opinión. Sobre todo dos: uno de un catedrático de Teoría de los Lenguajes y otro del renombrado Vicente Verdú, un columnista clásico de la casa.



No comentaré el artículo del catedrático (que quiere que se resuelvan los conflictos lingüísticos en España por el muy práctico expediente de que todos aprendamos todas las lenguas cooficiales), pero sí el de Verdú. Lo titula “El oficio de tirarse por la ventana” y empieza así:

Hace ya años, años antes de la crisis, un joven y reconocido periodista ilicitano, Gerardo Irles, me confesó que había decidido dejar de escribir libros, fueran estos novelas o ensayos. Tenía la suficiente experiencia como para atreverse a diagnosticar que en este sector no quedaba ya lugar alguno para la clase media. De un lado se situaban la opulencia de unos cuantos autores y libros best sellers y, de otro, solo la miseria.

Efectivamente, lo juzgué un derrotista, pero el tiempo, año tras año, ha venido a convertir su argumento en la carta magna [sic] de la edición. No hay lugar para la clase media. O vendes cientos de miles de ejemplares y, en consecuencia, existes para los suplementos, las entrevistas, los anuncios o se pertenece a una suerte de grey ingenua (grey gris) que escribe esforzadamente para obtener unas migajas de recompensa o, incluso, unos cuantos kilos de hambre.

O sea, que Verdú y un amigo de su pueblo consideran que la única razón por la que merece la pena escribir es ganar dinero. La verdad es que yo no lamentaría lo más mínimo que abandonaran la escritura semejantes ganapanes. Así practicarían aquella nueva obra de misericordia que introdujo Ortega: evitarle al mundo libros superfluos.

Precisamente el domingo decía José Luis Sampedro, en una entrevista en El Mundo, algo bastante diferente:

No he escrito ningún libro por una razón comercial, sino por necesidad de escribir una historia que se me hinchaba en la cabeza como un tumor, y entonces me hacía una raja y salían unos papeles y se los mandaba al editor.

No soy admirador de Sampedro, aunque lo fui hace muchos años, pero tiene razón: ningún auténtico escritor escribe por dinero sino por una necesidad interior (y aún así sus libros puede que sigan siendo superfluos).

Verdú prosigue añorando aquellos buenos tiempos del franquismo, cuando, si no se ganaba dinero, al menos uno, por el hecho de escribir, se convertía en un luchador por la democracia, y en objeto de culto para un “apreciado grupo de lectores que se comportaban como una tribu sagrada [sic]” .

Quizá podemos perdonar a Verdú estas batallitas de abuelo socialdemócrata. Hoy, que le vamos a hacer, lo tiene más difícil para ligar. Lo que no tiene disculpa es el análisis que sigue sobre la situación del mundo editorial. Se editan 70.000 títulos al año en España, dice, “pero los anticipos son ridículos y las tiradas exiguas”, y lo que se busca es que alguno de ellos se convierta en best seller y sirva así para salvar el balance de la empresa (se entiende que eso de salvar el balance de la empresa es algo malo). Los demás títulos “desaparecen de las librerías en unas semanas y son destruidas urgentemente como las vacas locas. Ciertamente, se trata de autores locos, cada vez más locos. Tipos que deliran soñando una comunicación masiva que es solo un privilegio de muy pocos. Cada vez menos y cada vez con menor duración.” Verdú vaticina que esta situación supondrá el fin de la escritura: “¿Conclusión? La conclusión es la conclusión de esta labor”.

Todo este lloriqueo es imperdonable en alguien como Verdú, que pasa por ser un gurú de las tendencias y sobre eso escribe un día sí y otro también columnas y libros. Pero hombre de Dios, ¿no ha oído hablar de internet? ¿No sabe que hay miles de blogs en los que gente de todo tipo escribe por amor al arte, y a veces con más inteligencia y mejor estilo que los de los artículos de opinión del El País?

“Todo artista necesita tanto la comunicación como la respiración”, dice Verdú. Cierto. Pero sigue, en la frase que cierra el artículo: “Dentro pues de esta creciente asfixia de la escritura, de los editores, de las librerías, de los libros, de los lectores, ¿cómo no elegir entre tirarse hacia el oxígeno de la ventana o decir ya adiós a este hermoso y jadeante oficio?”

¿Dónde está la asfixia, Verdú? Sólo en su rancio mundo de rotativas y nostalgias del franquismo. Yo respiro mejor que nunca, ahora que no necesito pertenecer a la cuadra de PRISA ni a ninguna otra para opinar, para crear, para compartir pensamientos e ideas, sin más recompensa que obedecer a mi necesidad interior y encontrar la complicidad (que no el culto) de otros lectores, ahí mismo, abajo, en los comentarios.

Abra la ventana y no se tire, hombre: asómese a la web.

* * *

NOTA 1: Lo más curioso de todo es que al escribir este post he descubierto quer Verdú tiene un blog, alojado en el Boomeran(g), junto con los de otros escritores de PRISA. Un producto curioso, estos pseudoblogs de escritores profesionales que nunca participan en los comentarios. Para comentar otro día…

NOTA 2: Otro tema sería ese de que no hay lugar para la clase media en el mundo literario. No tiene por qué haber clase media aquí, y probablemente nunca la ha habido. Lo esperable es que la distribución de ventas obedezca a una ley de potencias. Y precisamente internet permite vivir en la “larga cola” de la distribución, lo que antes era imposible. Así que Verdú, además de rancio, está sociológicamente equivocado Pero eso nos llevaría por otros derroteros.

Etiquetas: bodrios, rancios, Vicente Verdú