martes, 2 de noviembre de 2010

Twitter : ser o no ser

Twitter: Ser o No Ser
Columnas de la semana
Escrito por Cristina Pérez
Lunes 02 de Agosto de 2010 08:41

“Twitter es un Aleph. Un punto por el que pasan todos los puntos.” Esa fue mi primera definición del mundo Twitter, publicada en Twitter y en sólo 66 caracteres con espacios. Con el paso de las semanas descubrí que a la mayoría de los conocidos que se unían a esta red social, tarde o temprano les pasaba lo mismo. Necesitaban explicar qué era eso ante lo que se encontraban. Así, el bautismo de conciencia virtual devenía primero de la perplejidad. Por su inmediatez y dinamismo, Twitter, exacerba una experiencia ya conocida en las otras redes sociales. Las redes sociales son algo que te pasa. No son una dislocación de lo que todavía llamamos realidad. Son más bien una nueva forma de esa realidad. Casi una metáfora del pensamiento por lo abstracto e incorpóreo. Pero realidad al fin porque está constituida y producida por sujetos.

Es interesante observar que la forma de existencia de estos Twitter-sujetos es sólo posible a través de la expresión de ideas en forma textual. De a poco pueden acoplarse imágenes y sonidos pero son básicamente palabras las que permiten ser o no ser en Twitter. Es el ser textual o no ser. No hay otra posibilidad. De alguna manera podría considerarse el triunfo de la palabra como medio de expresión, pero eso sería un reduccionismo si no consideramos los factores dinámicos y de interacción que condicionan esos mismos mensajes escritos. Por un lado, el esfuerzo de sintetizar una idea depara un ejercicio intelectual fértil en los usuarios. Una idea llevada a su esencia es como los buenos perfumes. Una gota de 140 caracteres puede perfumar mucho más que el agua de tocador diluida en dos carillas. Pero al mismo tiempo, esos mensajes están expuestos a la inmediatez y a la circulación. La llegada de nuevos mensajes terminará convirtiéndolos en historia en cuestión de segundos. El llamado Timeline se devora a sí mismo con la misma avidez con que se multiplica. Así, el ser textual o no ser, es también un ser ahora o no ser nunca.

En esta cornisa del instante que caracteriza a Twitter puede depositarse la inquietud sobre su caracter adictivo. Su propia aceleración demanda aceleración y su caudalosa corriente de intercambio parece exigir participación permanente como costo para no quedarse afuera. Por momentos, la sensación es que las situaciones del mundo real sólo están completas o plenas cuando son comunicadas en Twitter. No es ajena la escena de una comida entre amigos en la que deben ejercer la restricción para no tentarse y contar en Twitter lo que pasa en la reunión, como si esa situación social de la realidad fuera menos real si no se comunica en la plataforma virtual. El atisbo de lo que parece una integración del ser real y del ser virtual también interroga sobre otra peculiaridad de la red: seguir y ser seguido. Los seguidos tienen tanta necesidad de ser seguidos como los seguidores de participar indirectamente de sus vidas. Es un teatro abierto las 24 horas y el reality virtual tiene además el encanto de lo infinito. Siempre hay alguien que puede sorprender. No importa la hora, no importa por qué.

En mi caracter de comunicadora, Twitter me permitió descubrir una herramienta social que superó todas mis expectativas. Uno espera el intercambio con quienes llamamos audiencia. Pero pronto se descubre que la audiencia en general comienza a convertirse en personas en particular. Eso abre un universo de inquietudes, de debates, de intereses compartidos y de nuevos vínculos amistosos que trasciende lo netamente periodístico. En la misma columna donde leemos los comentarios de nuestros seguidores conversamos con amigos o colegas con una cercanía inexistente fuera de Twitter. Con natural transparencia, el que lo desea puede atestiguar una charla entre personas que se conocen desde antes. Y esas mismas personas que antes de Twitter no se hablaban ni por teléfono empiezan a redescubrirse entre ellas y retoman un camino de socialización impensado. En lo personal, Twitter no sólo me permitió generar vínculos de coincidencia, sino también generar relaciones de empatía y de trabajo concreto. Mis columnas futbolísticas en 442.perfil.com por dar un ejemplo, no hubieran sido posibles sin Twitter. De una cobertura espontánea del clásico entre el Barcelona y el Real Madrid que no se transmitía en televisión nació mi oportunidad. Mi seguimiento del partido tweet a tweet permitió que el editor de Perfil.com Dario Gallo supiera de esa potencialidad antes que yo misma.

En ese juego de mostrar y ser visto puede tejerse una cadena de alto contenido de valor pero también discurre amplificado en la vidriera lo más cotidiano y lo más trivial. Como toda red social y como la vida misma, Twitter es una feria de las apariencias y las vanidades. La exposición del minuto a minuto de la vida de un famoso, la exhibición de situaciones cotidianas mediante fotografias, la ostentación de la viveza, la pose o la sobreactuación, corren por el mismo río que los artículos periodísticos, los debates entre políticos, la circulación de material creativo o las noticias de último momento. Uno seguido detrás del otro pasan, un llamado a la solidaridad para los que viven en la calle, la foto del desayuno de una celebrity, el último reporte de The Economist y las eco-snaps de delfines surfistas.

Este Twitter-Aleph tiene también algo de Torre de Babel y de Biblia al lado del calefón pero lo cierto, es que nadie elige por uno el producto de la góndola que echará al carrito. El usuario es el que tiene la potestad de continuar siguiendo o sentenciar con un UNFOLLOW terminante. Así, este mercado persa virtual termina democratizando los contenidos sin intermediación ni regulaciones. En definitiva la idea de mercado más básica, de personas tomando decisiones y eligiendo uno u otro producto, uno u otro libro, uno u otro disco, se concreta casi a la perfección.

Mucho se ha discutido y mucho se debatirá aún sobre la experiencia Twitter. Es en efecto un laboratorio que no tiene antecedentes para quienes lo integramos con todo lo que un laboratorio implica en cuanto a ensayo, prueba y error. Como la llegada de internet y el correo electrónico, las redes sociales interactivas online nos paran en una frontera en la que somos pioneros. Nos fascinan y nos aterran. Nos despiertan interrogantes, nos entusiasman y nos desafían. Son una oportunidad para humanizarnos o para disfrazarnos de lo que no somos. Implican y desnudan la necesidad de ser aceptados y reconocidos. Exponen, revelan y deschavan. Para ponerlo en términos tecnológicos, tal vez, inauguran la personalidad 3D. Una tercera dimensión de nosotros mismos, tan desconocida como etérea, tan fugaz como efectiva, tan verdadera como engañosa.

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