sábado, 30 de julio de 2011

Posteado por M. Días Morales.

Interpretación y sobreinterpretación: Umberto Eco



"Ciertas novelas se vuelven más bellas cuando alguien las cuenta, porque se convierten en ‘otras' novelas" (Umberto Eco)

Cuando se hace crítica literaria, tomar una herramienta (teórico-literaria) que auxilie en el análisis del discurso ayuda enormemente porque impide que nuestra lectura del texto se “dispare”, esto es: se escriba sobre él lo que se cree y se siente, sin ningún fundamento concreto que lo sustente y solo porque nos parece que es así en virtud de nuestro propio sistema de expectativas, olvidando que la intención del texto (intentio operis) no aparece en la superficie textual. “O, si aparece, dice Eco, lo hace en el sentido de la carta robada. Hay que decidir 'verla' ”. Existe diferencia entre la crítica o interpretación intuitiva y la crítica o interpretación reflexiva, teniendo presente que para saber si es una mala lectura o interpretación se necesitan criterios para definir una buena lectura o interpretación, como apunta Umberto Eco en Interpretación y sobreinterpretación, con colaboraciones de Rorty, Culler, Brooke-Rose. Compilación de Stefan Collini, Trad. de López Guix (Cambridge University Press, 1995).

Sea como lector empírico (1), como crítico literario o como lector modelo (el postulado por el mismo texto), nuestra lectura interpretativa se inicia con una conjetura sobre esa intención del texto. Como había comentado en otra ocasión, en nuestra situación de lectores realizamos el círculo hermenéutico. “Un texto puede prever un lector con derecho a intentar infinitas conjeturas”, ¿cómo demostrar una conjetura acerca de la intentio operis?, pregunta Eco, y responde:

La única forma es cotejarla con el texto como un todo coherente. También esta idea es vieja y procede de San Agustín: cualquier interpretación dada de cierto fragmento de un texto puede aceptarse si se ve confirmada –y debe rechazarse si se ve refutada- por otro fragmento de ese mismo texto. En ese sentido la coherencia textual interna controla los de otro modo incontrolables impulsos del lector.

En Los límites de la interpretación (1998), lo dice asi:

La iniciativa del lector consiste en formular una conjetura sobre la intención de la obra. Esta conjetura debe ser aprobada por el conjunto del texto como un todo orgánico. Esto no significa que sobre un texto se pueda formular una y sólo una conjetura interpretativa. En principio pueden formular infinitas. Pero al final, las conjeturas deberán ser aprobadas sobre la coherencia del texto, y la coherencia textual no podrá sino desaprobar algunas conjeturas aventuradas.

La crítica literaria, y obviamente quien la hace, es muchas veces rechazada, no agrada. Lo que digo ahora no es en su defensa porque particularmente no pienso que la necesite aunque sea, en ocasiones, rehusada (dentro del tema literario muchas cosas lo son y su por qué es problema de la Teoría de la recepción).
Lo que sí me interesa señalar, es que así como hay escritores malos los hay buenos, de igual forma así como hay críticos literarios malos los hay buenos. El escritor sin el lector ¿qué sentido tendría? y viceversa, sin obra no habría lector. El crítico literario ante todo es un lector y su lectura plasmada en escritura es un ensayo, es literatura. Que puede gustar o no, es cierto, como igualmente es cierto el que puede gustar o no una novela o un cuento de un autor.

Recuerdo ahora unas palabras de Alberto Ruy Sánchez: "El ensayo es una memoria cifrada, la bitacora afectiva de una errancia: un recuerdo reflexivo de aquello que la vida depara a quien no puede escribir sino combinando su sabor con su saber. Sabor y saber: fórmula que le encantaba usar casi como emblema al ensayista Roland Barthes, porque para él esa combinación era la clave del ensayo verdaderamente literario. Donde el saber toma sabor aparece el escritor y desaparece el escribano".

Con los siguientes señalamientos de Eco, estoy totalmente de acuerdo:

¿Tenemos derecho a preguntar cuál fue la “verdadera” intención de Wordsworth al escribir sus poemas de “Lucy”? Mi idea de la interpretación textual como una estrategia encaminada a producir un lector modelo concebido como el correlato ideal de un autor modelo (que aparece sólo como una estrategia textual) convierte en radicalmente inútil la noción de la intención de un autor empírico. Tenemos que respetar al texto (2), no el autor como persona de carne y hueso. No obstante, puede parecer demasiado crudo eliminar al pobre autor como algo irrelevante para la historia de la interpretación. Hay en el proceso de comunicación casos en que una inferencia sobre la intención del hablante es de capital importancia, como ocurre siempre en la comunicación de cada día. Un anónimo que diga “Soy feliz” puede referirse a una infinita gama de posibles sujetos de la enunciación, es decir, a toda clase de personas que no se consideran tristes; pero, si, en este preciso momento, pronuncio la frase “Soy feliz” es absolutamente cierto que mi intención es decir que el feliz soy yo y no otro, y ustedes están invitados a hacer tal presuposición, en bien de la “felicidad” de nuestra interacción. ¿Podemos (de modo similar) tener en cuenta casos de interpretación de textos escritos ante los cuales el autor empírico, aun vivo, reacciona diciendo “No, no he querido decir eso”?

Todo esto ayuda a percibir que el acto de lectura, de la crítica literaria, no es cosa fácil ni sencilla, pero siempre muy grata.

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(1) “El lector empírico puede leer de muchas maneras, y no existe ninguna ley que le imponga cómo leer, porque usa el texto como recipiente para sus propias pasiones” (Eco, Seis paseos por los bosques narrativos, 1996).

Lector Modelo: el capaz de participar en la actualización de las intenciones que el enunciado contiene virtualmente –cooperación textual-. La cooperación textual es un fenómeno que se realiza entre dos estrategias discursivas, no entre dos sujetos individuales. Autor Modelo y Lector Modelo, se entenderán como tipos de estrategia textual.

El autor empírico: quien escribe la novela o el cuento (el escritor, que no es el autor modelo). También en Seis paseos por los bosques narrativos lo explica visiblemente:

El lector modelo de primer nivel desea saber cómo acaba la historia. El lector modelo de segundo nivel se pregunta en qué tipo de lector le pide esa narración que se convierta y quiere descubrir cómo procede el autor modelo que lo está instruyendo paso a paso. Para saber cómo acaba la historia basta, por lo general, leer una sola vez. Para reconocer al autor modelo es preciso leer muchas veces, y algunas historias hay que leerlas una e infinitas veces. Sólo cuando los lectores empíricos hayan descubierto al autor modelo y hayan entendido (o incluso solamente empezado a comprender) lo que "Ello" quería de ellos, ellos se habrán convertido en el lector modelo ideal. Lector Modelo: el capaz de participar en la actualización de las intenciones que el enunciado contiene virtualmente –cooperación textual-. La cooperación textual es un fenómeno que se realiza entre dos estrategias discursivas, no entre dos sujetos individuales. Autor Modelo y Lector Modelo, se entenderán como tipos de estrategia textual.


(2) El énfasis es mío.

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