viernes, 10 de septiembre de 2010

Carlos Carnicero

Más allá del fútbol como deporte

Demasiadas veces el fútbol pierde su esencia. En vez de ser expresión de esfuerzo, trabajo colectivo y creatividad, está relacionado frecuentemente con sueldos millonarios, deportistas que con su chulería no son ejemplo de nada y violencia en las inmediaciones de los estadios. El partido de la selección contra Alemania fue ejemplo de todo lo contrario.

Un amigo mío se reía el otro día del mal resultado obtenido por la selección francesa en el mundial y ponía el acento en lo surrealista que había sido que el propio presidente Nicolás Sarkozy hubiera intervenido en la crisis generada tras la indisciplina de algunos jugadores. La explicación es sencilla: un mundial de futbol, igual que unas olimpiadas, es un evento mundial más allá de la mera competición deportiva. Durante el mundial, la imagen de una selección nacional es la imagen del país en el mundo. Por eso China impresionó con la manera en la que organizó las últimas olimpiadas: la perfecta coordinación de miles de chinos en la inauguración fue en realidad una metáfora de su creciente poder en el mundo. Y la imagen difundida se concilia con la realidad de los datos objetivos de esta súper potencia emergente.

España dio una gran imagen y desmontó algunos de los mitos que esta crisis ha vuelto a poner de moda: que los latinos y vecinos europeos del mediterráneo somos vagos y mal organizados. Pues bien, nuestra selección no sólo jugó mejor que Alemania, sino que también estuvo mejor organizada. Incluso nuestra fortaleza en el campo fue mayor durante todo el partido. Conviene recordar algunas de estas cosas en unos tiempos en los que Alemania está dando muestras de volver a un nacionalismo rancio, propio de otras épocas, y está archivando sus históricas responsabilidades en la vanguardia de la Unión Europea. Durante la crisis es legítimo que Alemania se haya empeñado en defender los intereses de los alemanes y que haya luchado por imponer sus condiciones. Pero sus reivindicaciones han ido acompañadas de un tono de superioridad que poco tiene que ver con la Alemania que ha sido motor de Europa desde su nacimiento.

La victoria histórica de nuestra selección también ha coincidido con un notable éxito diplomático: la mediación del ministro de exteriores Moratinos va a desembocar en la liberación de varias decenas de prisioneros políticos cubanos. Ello es buena muestra de la interlocución de la que goza España en América Latina en general y en Cuba en particular.

Éxitos deportivos y diplomáticos deberían servir para recordar a algunos el potencial de un proyecto común en España. Debemos de encontrar la fórmula que nos permita estar cómodos con nosotros mismos y mirar hacia el futuro. Buscar las diferencias, más que poner el acento en lo que nos une, es más que nunca una actitud típica del pasado. Incluso a nivel mundial, mediante la creación del G20, los países se han dado cuenta que los retos que deben afrontar les hacen a todos pertenecer al mismo barco.

PD. Un consejo para el presidente Montilla en su manifestación del sábado: que acompañe la bandera catalana de la española y la europea. Sólo de esa forma será un reflejo de las identidades sociales múltiples que tienen los ciudadanos europeos de este siglo.

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