viernes, 10 de septiembre de 2010

García Montero y democracia

El vocabulario de la democracia

- Cada uno es como es, o cada uno tiene su historia, le digo a mi hija Elisa, a cuenta de sus palabrotas.

Las conversaciones de verano, cuando el tiempo se convierte en un animal doméstico y amable, empiezan por un lado y acaban en cualquier parte. Mi hija Elisa habla muy mal en los últimos días. Cuando le afeo las palabrotas innecesarias, me recuerda que los jugadores de la selección nacional del fútbol, nuestros héroes, celebraron el Mundial con un vocabulario poco aleccionador. Yo me río, y le digo que mi modelo preferido de mal hablado no es un futbolista, sino un antiguo amigo, obrero de la construcción.

Es verano, y nos ponemos a recordar. En Granada, la palabra polla parece un comodín que sirve para todo y en muy diversos ambientes. Le cuento a Elisa que Pepe Cid de la Rosa, un verdadero ejemplo de ser humano, uno de los obreros más significados en la lucha por la democracia, fue Secretario General de CC.OO en Granada, y se hizo famoso por sus negociaciones contundentes. A un Gobernador Civil, podía plantearle los problemas de la manera siguiente: “Oye, que ha surgido esta polla, y no vamos a pelearnos ni pollas, así que vamos a dejarnos de pollillas, porque si no es que estamos apollardados”. Elisa se ríe mucho, pero yo soy cobarde y no me atrevo a contarle el malentendido que provocó Pepe cuando le contestó a un amigo, que había preguntado en la calle por su hija: “Ahí está, con la polla del novio”. Cosas del vocabulario granadino.

- Papá, me pregunta Elisa al terminar de reírse, ¿tú lo conocías mucho?

- ¿A Cid de la Rosa? Sí, lo conocía, pero sobre todo lo admiraba mucho. Cada uno tiene su historia, y en la mía ocupan un lugar importante los obreros de la construcción. ¿Sabes por qué?

- Por las veces que te has tenido que cambiar de piso y por las reformas que has hecho, me contesta Elisa, y ahora me río yo.

- No, verás. El abuelo Luis, tenía un hermano que trabajaba en París. Era el moderno de la familia. En julio de 1970, hace ahora 40 años, yo tenía casi tu edad. Estaba veraneando con él tío Manolo, y mientras leía el periódico hizo un chiste despiadado sobre algo que había ocurrido en Granada. Los albañiles de Granada, dijo, deben ser pájaros. La policía ha disparado al aire y ha matado a tres.

- ¿La policía mató a 3 albañiles?

- Sí, el día 21 de julio. Mató a Antonio Cristóbal Ibáñez, Manuel Sánchez Mesa y Antonio Huertas. Me acuerdo de ellos todavía como si fueran nombres de futbolistas famosos. Había una huelga general en la construcción. Se pedía una jornada de 45 horas semanales y 240 pesetas de jornal. La policía actuó de un modo tremendo. La policía trabajaban para mantener no sólo a un dictador, sino para imponer unas condiciones miserables de trabajo.

- ¡Que tiempos! Menos mal que yo no viví esa época.

- Pero esos tiempos tienen que ver con los tuyos. La democracia no supone sólo poder votar. Pepe Cid de la Rosa y otros muchos sindicalistas lucharon para que hubiese salarios dignos, jornadas laborales humanas, vacaciones, seguridad en los empleos. Su vocabulario contemplaba también palabras como derechos, dignidad laboral y convenio colectivo. ¿Entiendes lo que significa el reconocimiento de una relación contractual continuada? Pues ellos lucharon por eso.

- Ya me vas a hablar de la huelga general de septiembre.

- Cada uno es como es, o cada uno tiene su historia. Para mí, estudiar fue una forma de transformar el mundo. Saber literatura resultaba inseparable de entender el significado humano de una relación contractual continuada. Y Pepe Cid de la Rosa me resultaba tan admirable como Federico García Lorca. La democracia es algo más que el derecho al voto. Quien separa los votos y la cultura de la dignidad laboral, deja hueca la palabra democracia.

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